martes, 11 de diciembre de 2018


Por qué los niños necesitan jugar al aire libre, según la neurociencia

El tiempo de juego en libertad desciende en las últimas décadas, mientras que aumentan los pequeños con ansiedad y depresión



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Por paradójico que parezca, los presos pasan más tiempo al aire libre que muchos niños de nuestras ciudades. Casi el doble. En concreto, el tiempo al aire libre en contacto con la naturaleza se ha reducido considerablemente, pasando más del 90% de su tiempo en espacios cerrados. El correcto desarrollo del niño necesita movimiento desde que nace y la forma más fácil e interesante de moverse, es jugando y si puede ser, al aire libre.
El sistema nervioso sirve para moverse, el resto de las miles de páginas de un manual de neurociencia están subordinadas a este hecho de la naturaleza tan relevante. Y es algo extraordinario, tan bello como complejo. La función última de un ser vivo es reproducirse, para lo que necesita acercarse a ciertos estímulos, como la posible pareja, y alejarse de otros, como los depredadores.
Los subsistemas sensoriales y emocionales están al servicio del subsistema motor, que a su vez está relacionado con una conducta de acercamiento o alejamiento. Lo podemos comprobar en la vida diaria. Si en la piscina pisamos algo cortante, levantamos el pie instintivamente. Si nos atrae alguien o algo, nos acercamos poco a poco. Asimismo, si no nos gusta una situación o detectamos un peligro, nos alejamos. Todo es moverse, pues. Y nuestro cerebro dedica muchas neuronas para llevar a cabo esa función.
Una gran superficie de nuestros hemisferios en nuestro cerebro, en concreto, la corteza motora primaria y secundaria, se halla dedicada al control motor. Existen núcleos neuronales -un complejo llamado estriado, situado en las profundidades cerebrales-, dedicados, entre otras cosas, al movimiento planificado. Asimismo, el cerebelo, que se encuentra en la parte posterior del encéfalo, es otra estructura fundamental para el movimiento. También existe un subsistema completo -llamado vestibular- para garantizar el equilibrio en todos nuestros movimientos. Son muchísimos recursos, pero en ellos nos va la vida.
Durante el desarrollo temprano, nuestra especie aprende paulatinamente a moverse de manera cada vez más sofisticada, lo que significa que aprende a manejar los subsistemas implicados en ese movimiento: el sensorial, el vestibular, el cognitivo y, por supuesto, el emocional. Y ese aprendizaje se realiza en la infancia mediante el juego.
Muchas funciones del sistema nervioso tienen ventanas temporales de neuroplasticidad, donde la sensibilidad es crítica y su formación óptima. Por ejemplo, andar y hablar en los tres primeros años. La alteración de la plasticidad durante períodos críticos de desarrollo está implicada en muchos trastornos neurológicos pediátricos.
Estas ventanas tienen como fundamento de aprendizaje el juego en todas sus variantes. Algunas funciones son fisiológicas, como el sistema nervioso vestibular, que, como hemos explicado, realiza dentro del cerebro la función del equilibrio y que necesita de estímulos para su desarrollo, ya que de lo contrario la movilidad del niño no estará optimizada y tendrá miedo ante cualquier desafío que conlleve desplazamientos en altura, velocidad, giros o cambio de postura bruscos. Los moratones, heridas y rasguños son, pues, un derecho de los niños a la hora de aprender. Es más, pretender evitarlos a toda costa puede producir déficits cognitivos y emocionales para toda la vida.

Modular la agresividad y la empatía

El juego debe ser la principal actividad de un niño. Es lo que su cerebro espera: juegos y más juegos, sobre todo relacionados con la actividad física y preferiblemente al aire libre. Se puede jugar solo –además, el cerebro también necesita aprender a aburrirse- y, sobre todo, en compañía. Cuanto más heterogéneas sean las edades de los niños que juegan, mejor será para el desarrollo de las relaciones personales, la modulación de la agresividad o la empatía.
Cualquier persona que haya tratado con niños, habrá observado cuáles son sus preferencias y cómo disfrutan cuando van a los columpios, no digamos ya a los parques de atracciones. La velocidad, las vueltas, la sensación de peligro que causan las alturas, los desafíos del equilibrio... Todo eso es muy atractivo para el niño, porque lo que estamos haciendo es llevar su cerebro al entorno donde hemos evolucionado durante millones de años y al que estamos adaptados. Vivimos en ciudades desde hace unos pocos cientos de años y la evolución no ha podido adaptar nuestro organismo a vivir en ellas. Cuando un niño juega al aire libre preferiblemente en un entorno natural , el cerebro lo agradece con una inyección de felicidad. ¿Hay riesgos? Por supuesto, eso es vivir.
Por naturaleza, los niños, no tienen excesiva conciencia del pasado y tampoco del futuro, viven el momento. Su actividad principal es jugar. Y el juego promoverá que nuestro hijo aprenda a moverse con habilidad, a no herirse, a valorar las situaciones de manera adecuada y, cuando no haya otro remedio, a ser agresivo y sobre todo a serlo con la medida adecuada, respetando en lo posible los valores aprendidos. Ahí, el entorno familiar tiene un papel fundamental.
Puesto a pedir, mejor la naturaleza que el jardín del barrio porque el cerebro necesita la novedad, la curiosidad y la investigación. El juego permite a los niños, después de haber muestreado sus entornos, generar, de manera bastante eficaz, un repertorio de comportamientos innovadores que pueden adaptarse a un nicho específico. La exploración de lo desconocido, por fortuna, va en nuestros genes.

Niños con ansiedad y depresión

Durante las últimas décadas, en las sociedades modernas –sobre todo las occidentales- se ha dado un declive en la libertad de los niños para jugar, especialmente en juegos sociales y en grupos mixtos de edad que se hallen lejos de las miradas vigilantes de los adultos. Al mismo tiempo, se ha producido correlativamente en los niños un incremento considerable de trastornos de ansiedad, depresión, sentimientos de tristeza, impulsividad o narcisismo.
Todos hemos sido pequeños y hemos disfrutando con el cosquilleo que produce asomarse a lo alto de un tobogán o subir por las estructuras de hierros de los columpios. Dar vueltas en los tiovivos o colgarse de cualquier lado como un mono -al fin y al cabo, lo que somos- es una fuente de evidente placer. Cualquier conducta que ponga a prueba nuestro sentido del equilibrio nos atrae como un reto desafiante. Tanto es así que, durante su desarrollo, los niños sondean los límites para superarse a sí mismos poco a poco. Un paso más, un escalón más, una vuelta más... El peligro les atrae, pues les marca sus límites
Así la teoría de la regulación emocional a través del juego, propone que uno de las principales funciones del juego en jóvenes mamíferos es para el aprendizaje de cómo regular el miedo y la ira. En un juego con cierto riesgo los más pequeños aprenden a enfrentarse a pequeñas dosis de miedo que son manejables sin caer en emociones negativas por mucho tiempo. Así aprenden que se puede superar la situación y recuperar después un estado emocional normal de alegría.
Los análisis revelan que, al mismo tiempo que se coarta la libertad en el juego, entre cinco y ocho veces más jóvenes sufren niveles clínicamente significativos de ansiedad y depresión, según los estándares actuales, mucho mayores que en los años cincuenta. Así como la disminución en la libertad de los niños para jugar con cierto riesgo ha sido continua y gradual, también lo ha sido el aumento de la psicopatología infantil Hacen falta más estudios para corroborar esto. Por ejemplo, Peter Schober, de la Universidad de Medicina de Graz, afirma que los niños sedentarios –los que no asumen riesgo alguno- enferman cinco veces más de depresión que los que se mantienen activos.

Ellos saben cuándo asumir riesgos

Tenemos una tendencia innata a subestimar las capacidades cognitivas de los niños, pero lo cierto es que ellos saben mejor que nosotros cuando están preparados para asumir cierto riesgo. En la playa, mi hija pequeña sabe perfectamente hasta qué altura pueden llegar las olas antes de salir corriendo hacia la arena. Hay muy pocas posibilidades de que una ola la coja desprevenida, pues su cerebro activa los mecanismos para saber dónde están los límites.
Es cierto que los niños pueden equivocarse –y lo hacen y así aprenden-, pero no suele ser lo frecuente. Si no, no habríamos sobrevivido como especie. Cómo los niños asumen retos y riesgos que son manejables, un resultado negativo leve es aceptable. Y si no, los padres podemos echarles un ojo, como por lo demás debemos siempre hacer en las playas o piscinas.
Porque es muy importante saber que todos los niños no son iguales. Lo que para uno puede ser estimulante para otro puede ser traumático. En esta diferencia los padres desempeñamos un papel fundamental. Los niños deben elegir el riesgo que pueden manejar. No debemos forzarlos a tratar con riesgos mayores, aunque sepamos que no son perjudiciales. El punto de vista del niño es diferente. Si le da miedo que una ola, le tape la cara no hay que forzarle, por mucho que sepamos que no pasa nada. La mejor forma superar retos es que el niño los elija. Y el juego es la vía que dirige estas conductas.
Merece la pena echar un vistazo a este documental de cómo algunas comunidades promueven el juego al aire libre, basado en la aventura, para fomentar el correcto desarrollo físico y cognitivo del niño.


Tomado de; https://elpais.com/elpais/2018/03/15/mamas_papas/1521111527_411316.html

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Abusar de las pantallas lastra la inteligencia de los niños

Un estudio marca como límite máximo las dos horas diarias de ocio con tabletas y móviles

El efecto del abuso de pantallas entre los más jóvenes es todavía un campo de investigación muy nuevo y controvertido. Pero los primeros estudios que se están realizando para analizar sus consecuencias deben tomarse como una llamada de atención, porque hay señales que indican que lastra el desarrollo cognitivo de los menores. El último trabajo, de investigadores canadienses, ha encontrado una correlación muy directa entre el uso de estos dispositivos y la inteligencia de los niños, en un momento fundamental para su desarrollo.
Este estudio compara el desempeño intelectual de 4.500 niños estadounidenses de entre 8 y 11 años en función de las recomendaciones dadas por un plan canadiense denominado Movimiento 24 horas: entre 9 y 11 horas de sueño, al menos una hora diaria de ejercicio y menos de dos horas de ocio con pantallas. Las conclusiones, publicadas en The Lancet Child & Adolescent Health, son muy claras: cuantas más recomendaciones individuales cumplan niños y niñas, mejores serán sus capacidades. Pero hay una pauta que destaca sobre las demás: el tiempo dedicado a los dispositivos es el que tiene una relación más fuerte con la maduración intelectual. "Descubrimos que más de dos horas de tiempo recreativo con pantallas se asocian con un peor desarrollo cognitivo en los niños", concluyen los investigadores de la Universidad de Ottawa. Además, debido a este hallazgo, recomiendan que pediatras, padres, educadores y políticos promuevan una "limitación del tiempo de pantalla recreativo y prioricen unas rutinas saludables de sueño durante la niñez y la adolescencia".
Los investigadores recomiendan una limitación del tiempo de pantalla recreativo y que se prioricen unas rutinas saludables de sueño en infancia y adolescencia
Los niños estudiados (controlados por ingresos, educación de los padres y otras variables) completaron una prueba que evaluaba las habilidades del lenguaje, la memoria episódica, la función ejecutiva, la atención, la memoria de trabajo y la velocidad de procesamiento. Y cuantas más recomendaciones cumplían, mejor era su puntuación en esta prueba. Pero sobre todo si limitaba su sedentarismo tecnológico por debajo de las dos horas marcadas en la pauta. "Para las familias es muy importante, porque si quieren optimizar la salud cognitiva de los hijos deberían prestar atención a estos comportamientos", explica a Materia el líder de este estudio, Jeremy Walsh. El investigador recuerda que cuando hablan de "tiempo de pantallas" (screentime, en inglés) se refiere a todo tipo de aparatos como móviles, tabletas, ordenadores, videojuegos y también la televisión. Los niños españoles pasan tres horas y media diarias de inactividad frente a una pantalla y las niñas cuatro horas al día, según el estudio Anibes.
Otro aspecto muy destacado, sobre todo cuando se combina con el tiempo de ocio tecnológico, es la falta de sueño entre los menores. Numerosos estudios han señalado ya que el sueño desempeña un papel importante en el desarrollo y la plasticidad del cerebro y una buena calidad y cantidad de sueño se asocia positivamente con la cognición y el rendimiento académico en niños y adolescentes. Lo que descubren en este estudio, en el que solo la mitad de los menores duerme lo recomendado, es una conexión entre la falta de sueño y el uso de dispositivos. Según explican los investigadores, el sueño "necesitaba combinarse con el cumplimiento de la recomendación de tiempo de pantallas para tener un efecto positivo". Este hallazgo plantea la posibilidad de que el uso diario de más de dos horas de pantallas recreativas atenúe los beneficios del sueño para la inteligencia general de los niños.
Los niños españoles pasan tres horas y media diarias de inactividad frente a una pantalla y las niñas cuatro, el doble de lo recomendado en este estudio
En España, el 44% de los jóvenes de entre 14 y 24 años reconoce que pierden horas de sueño por estar en redes, según un estudio del Centro Reina Sofía publicado la semana pasada. Otro estudio reciente de científicos británicos mostró una correlación notable entre las pantallas y el deterioro del sueño: por cada hora que los preescolares pasaban con el aparato, reducían 26 minutos su tiempo de sueño nocturno. Su autor principal, Tim Smith, de la Universidad de Londres, considera que los resultados de este "impresionante" estudio complementan sus hallazgos de que el uso diario de la pantalla táctil en niños en edad preescolar están negativamente asociados con el sueño. Además, asegura Smith, "proporcionan la primera confirmación de que esta asociación también puede tener un impacto negativo en el desarrollo cognitivo".
El estudio norteamericano seguirá la evolución de los niños durante diez años, pero de momento muestra una foto fija de la asociación entre estos aparatos y la capacidad intelectual de los niños que no permite conocer con seguridad el origen de esta correlación. ¿Puede ser que sean los niños menos capaces los que usen más los dispositivos y no al revés? "No podemos establecer causalidad en nuestro estudio", admite Walsh, "pero lo que sí puedo decir es que dos tercios de los niños estudiados incumple las pautas de ocio con pantallas, por lo que la respuesta debe ser más complicada que pensar que los menos capaces tienden a usarlas".
Los investigadores advierten de una importante laguna en su trabajo que debe estudiarse en el futuro, la que se refiere al tipo de actividad que realizan los niños con esas pantallas. "Debemos concentrarnos en investigar la influencia que tiene este tiempo de ocio en función del tipo de contenido y el uso que hacen con los menores: redes sociales, videojuegos, chatear, tareas educativas...", asegura Walsh, porque considera que quizá no todos estos usos influyan de la misma forma en la maduración intelectual. "No queremos desaconsejar la utilización de estos aparatos en un entorno educativo, porque no sabemos si puede ser beneficioso, pero dado que no conocemos el efecto del contenido esta debe ser el área más importante de estudio, porque los niños crecen con las pantallas prácticamente desde su nacimiento", resume el investigador del Hospital Infantil del Este de Ontario.
"Proporcionan la primera confirmación de que las pantallas pueden tener un impacto negativo en el desarrollo cognitivo", asegura Smith
Smith cree que la principal limitación del estudio canadiense está en este punto, "ya que los estudios han demostrado que el contexto y el contenido de las pantallas y cómo se utilizan de forma masiva cambia el impacto que tienen en un niño". Además, se muestra de acuerdo con la recomendación de limitar este ocio tecnológico, pero no con advertencias que exijan límites de tiempo que a las familias les resulte difícil cumplir. "Se debe aconsejar a las familias que encuentren un equilibrio entre las actividades diarias y los tipos de tiempo de pantalla que mejor funcionen para ellos", afirma.
A juicio del experto español Enrique Echeburúa, de la Universidad del País Vasco, la mayor pega del estudio es que por el momento se centra únicamente en menores entre 8 y 11 años. "No sabemos si los resultados serían los mismos en el funcionamiento cognitivo si se utiliza otro grupo de edad importante, por ejemplo de 12 a 15 años, cuando los adolescentes cambian de conductas", explica. Y añade: "El cerebro de una persona no acaba de madurar fisiológicamente hasta los 20-25 años, de ahí la importancia de no poder sacar conclusiones definitivas sobre la influencia de unas variables concretas en el funcionamiento cognitivo global si no se tienen en cuenta diferentes grupos de edad, en donde pueden mediar además otras variables".
Tomado de:
https://elpais.com/elpais/2018/09/26/ciencia/1537960453_593059.html

domingo, 12 de agosto de 2018

La historia de la vida en la tierra

Héctor Gómez de Silva 
 Facultad de Ciencias, UNAM. 
La vida en la Tierra tiene una historia de miles de millones de años, lapso de tiempo incomprensible para los efímeros seres humanos. Por ello se justifica que utilicemos, en esta nota, una metáfora basada en un concepto para medir el transcurso del tiempo, más familiar para todos, como lo es el año de 365 días.
Así al calcularse la edad de la Tierra en 4600 millones de años, y al encontrarnos con que los fósiles de seres vivos más antiguos que se conocen, muestran que hace alrededor de 3500 millones de años ya existía una gran diversidad de especies de bacterias, concluimos que la vida debió haberse originado en el planeta hace más de 3500 millones pero no más de 4600 millones de años. Ahora bien, para fines prácticos, vamos a suponer que surgió la vida hace 3650 ¼ millones de años, con el fin de poder comparar su duración con 365 1/4 días, o sea un año.
Por lo tanto, y volviendo a la metáfora, un día equivaldría a 10 millones de años. Así, observamos que la forma mas compleja de vida durante los primeros meses la representaban las bacterias. Ya para lo que vendría a ser fines de julio o principios de agosto, aparece, por primera vez en el registro fósil, un protista, pero más de la mitad del tiempo, la Tierra estuvo habitada sólo por bacterias.
Los primeros animales no aparecieron hasta hace unos 600 o 700 millones de años, o sea ¡a finales de octubre! La Era Paleozoica, en la que la fauna comienza a parecerse a la actual (por lo menos se conocen representantes de varios phyla que aún existen) empieza a principios de noviembre. ¡Los fósiles más estudiados y los phyla actuales tienen menos de dos meses de existir! metafóricamente hablando, claro está.
Aunque los animales y las plantas se originaron en el mar, las primeras plantas y animales terrestres no aparecen hasta el 20 de noviembre o un poco después; pero tanto las primeras plantas como los primeros animales terrestres (artrópodos) eran muy pequeños.
En pocos días, aparecen los primeros anfibios y el 28 de noviembre, el primer reptil. Los continentes se encuentran unidos formando el supercontinente Pangea más o menos del 1° al 12 de diciembre, en el que se empieza a fragmentar. Entre el 7 y el 8 de diciembre (o sea hace 240 millones de años) se produce la mayor extinción de todos los tiempos, en la que se calcula que se extinguió repentinamente el 96% de las especies.
Los dinosaurios y los mamíferos aparecen alrededor del 9 o 10 de diciembre. Ambos surgen como carnívoros o insectívoros pequeños, pero los dinosaurios se expanden y dominan el mundo, hasta que sus últimos representantes se extinguen, aproximadamente al mediodía del 25 de diciembre, junto con un gran porcentaje de otras especies. Habían dominado el mundo medio mes, mas de 160 millones de años. Pero mucho antes de extinguirse, antes del 16 de diciembre, dieron origen a las primeras aves.
Del 25 de diciembre en adelante, los mamíferos han sido los vertebrados dominantes. En los últimos 5 1/2 días del año, surgieron los primates, murciélagos, ballenas, roedores, ungulados, carnívoros y la mayoría de los órdenes de mamíferos que actualmente forman parte de la fauna.
Fue el 31 de diciembre (hoy) cuando los antepasados del hombre se separaron de los antepasados de los gorilas y chimpancés. El género Homo apareció hace 1.8 millones de años, a las 7:30 de la tarde. Ya tenía entonces el doble de la capacidad craneana que la de su antepasado el Australopithecus, lo que equivale a la mitad de la capacidad craneana promedio de nuestra especie. A las 11:15 (casi 30000 años) nuestra especie ya pintaba en los muros de las cuevas. El alfabeto fue inventado en el Medio Oriente hace 6 minutos (hace alrededor de 5000 años). Nuestra era comienza hace 2.86 minutos (hace 1990 años) y Charles Darwin publicó El Origen de las Especies por medio de la selección natural apenas hace 11 segundos (132 años).
Usted esta leyendo este artículo precisamente a las 12 de la noche del “año de la vida”.
Mark Twain, un excelente escritor irónico, escribió, utilizando otra metáfora, “Si la Torre Eiffel representara la edad del Universo, la capa de pintura que tiene en la punta representaría la porción que le correspondería al hombre de este tiempo, y cualquiera se daría cuenta de que la torre se construyó sólo para el lucimiento de esa delgada capa de la punta… ¿o no?” Los seres humanos sólo forman parte de los últimos minutos del año de la vida.
No olvide que, siguiendo la metáfora del año de la vida, si ésta comenzó el año pasado, el ser humano apenas surgió hace pocas horas; su sangre se separó de la de los grandes monos apenas hoy, los primates surgieron hace cinco días y medio, los mamíferos aparecieron hace 21 días y los animales multicelulares sólo hace un mes y pico. Recuerde eso cuando lea que las bacterias han existido en la Tierra más de 3500 millones de años.
 
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 Referencias Bibliográficas
Gore, Rick, “Extinctions”, National Geographic, 175 (6): 662-699, junio de 1989.
Nance, R. Damian, Thomas R. Worsley y Judith B. Moody, “The Supercontinent Cycle”, Scientific American 259 (1): 44-51, julio de 1988.
Weaver, Kenneth F, “The Search for Our Ancestors”, National Geographic, 168 (5): 560-623, noviembre de 1985.
Smithson, T. R., 1989, “The earliest Known Reptile”, Nature, 342 (6250; 7 de diciembre de 1989): 676-678.

Tomado de: http://www.revistaciencias.unam.mx/en/170-revistas/revista-ciencias-22/1544-la-historia-de-la-vida-en-la-tierra.html

lunes, 6 de agosto de 2018

"El cerebro nunca deja de cambiar, por lo tanto nunca dejamos de aprender y transformarnos": el neurocientífico Mariano Sigman responde a los lectores de BBC Mundo

  • 22 septiembre 2017
Mariano SigmanDerechos de autor de la imagenCORTESÍA: MARIANO SIGMAN
Image captionSigman estudió física en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, y luego se formó como neuroinvestigador con un doctorado en Nueva York y un postdoctorado en París.
En el marco del Festival Hay Segoviacelebrado entre el 22 y el 24 de septiembre, Sigman, respondió a una selección de preguntas que nos enviaron los lectores.Mariano Sigman, prestigioso y multigalardonado neurocientífico argentino, es autor de la "La vida secreta de la mente", un libro que explora por qué nos comportamos de la manera que lo hacemos, cómo se originan los pensamientos y otros temas fascinantes sobre la mente y la conciencia.
A continuación puedes leer las respuestas del científico.
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¿La inteligencia se puede entrenar o mejorar después de la infancia o simplemente no se puede modificar después de los siete años aproximadamente, como dicen algunos científicos? (Ricardo Maingon, Caracas, Venezuela)

Lo de los siete años es un mito absoluto. No hay ninguna frontera a los siete años, no hay nada que pase en el cerebro.
Es una barrera artificial que no tiene ningún asidero en los datos.
Mujer mayor aprendiendo computaciónDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl cerebro nunca deja de cambiar, por tanto nunca es tarde para aprender algo, dice Sigman.
Para empezar, no hay una inteligencia sino muchas. O sea que no se mejora la inteligencia sino que se mejoran distintas de sus facetas, y eso se sigue entrenando.
El cerebro nunca deja de cambiar, y por lo tanto nunca dejamos de aprender y de transformarnos, incluido muchos aspectos que tienen que ver con la inteligencia, como nuestra capacidad de razonamiento.
Nunca es tarde.

¿Qué es más fuerte nuestro instinto o nuestro razonamiento? (Edgar Daniel, Santiago de Cali, Colombia)

Cualquier persona que responda a esta pregunta diciendo lo uno o lo otro estaría faltando a la verdad.
Nosotros somos una coexistencia de instintos y razones, y hay que entender cómo funciona cada uno.
Lo primero que hay que entender es que el instinto no es muy distinto al razonamiento.
Cuando uno tiene una intuición o una corazonada, eso no es una ilusión divina donde de repente nos viene conferido un cierto conocimiento, sino que eso también forma parte de un proceso de razonamiento.
TenistaDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl ejemplo del tenista sirve para ilustrar que la intuición y la racionalidad no son en realidad dos cosas tan diferentes.
Por ejemplo, cuando un tenista va a recibir un saque y "siente" que el otro jugador va a sacar en una determinada dirección, ese sentimiento que tiene -y que quizás no puede explicar- forma parte en realidad de muchas cosas que está razonando, como la posición del cuerpo o la mirada.
Todo eso es parte de un aprendizaje racional, solo que sucede inconscientemente. Como sucede inconscientemente, no tenemos acceso a los elementos de la deliberación. Es decir, la intuición y la racionalidad no son tan distintas, son dos procesos de decisión en los cuales uno utiliza toda la información que puede.
Y las intuiciones son buenas en dos ámbitos: primero en los dominios en los que uno tiene mucha experiencia -como muestra el ejemplo del tenista- y en los dominios que todos conocemos como son las relaciones sociales.
Segundo, en dominios complejos donde el problema de la decisión no puede resumirse a una, dos o tres variables. En esos casos, a veces conviene confiar más en la intuición, porque tiene la capacidad de mirar al bosque y no al árbol.

¿Es posible que exista una "mente colectiva", con procesos análogos a los de una "mente individual", no solo en el plano social sino en el plano neurológico? (Carlos Cruz, Lima, Perú)

En términos neurológicos, por ahora no.
En computación pasa. Una de las grandes revoluciones actuales en computación es armar matrices de muchas computadoras que están conectadas y resuelven problemas al mismo tiempo.
Es lo que se llama computación paralela y que ha hecho mucho más potente a las ciencias informáticas.
Conciencia colectivaDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionAunque en el plano neurológico no existe una forma de conectar literalmente a todas las mentes, sí existe un pensamiento colectivo.
Nosotros creamos muchas situaciones así, en las que hay un problema y ponemos a mucha gente a deliberar. Son un montón de cerebros que interactúan a través del lenguaje y los gestos, pasándose información de uno a otro, pero no están conectados directamente como si fueran una gran matriz neuronal.
Pero sí existe un pensamiento colectivo. Vemos la emergencia de ciertas normas sociales, acuerdos… y también cómo hay grandes derivas que cambian, por ejemplo ahora vivimos un momento de más polarización política, o el Brexit en Inglaterra o el No a la paz en Colombia…
Es decir, podemos ver que hay fenómenos en los que casi todo el mundo empieza a pensar de manera parecida. Eso es porque uno de los grandes principios del comportamiento humano es la capacidad de imitar y eso ocurre en todos los dominios.
Si uno se cruza de brazos, va a ver que al rato la persona que está enfrente también lo hace. Hay una enorme interacción espontánea y muy primaria en nuestra capacidad de sincronizarnos, aunque no funcionamos de una manera tan amalgamada como las abejas o las hormigas, que forman espontáneamente sociedades muy orgánicas y muy estructuradas.

¿Como científico se ha topado con alguna función o algo de la mente a lo que no le encontrado objetivamente ninguna explicación científica? (Johan Otero, Carúpano. Venezuela)

Todo el tiempo. De eso se trata la ciencia.
La ciencia es un ejercicio de descubrimiento de lo desconocido que está lleno de frustraciones. Y cuanto más descubrimos (del cerebro), más descubrimos que desconocemos.
A veces uno se olvida, pero la primera razón constitutiva de la ciencia es una suerte de humildad escéptica.
La ciencia lo que intenta es observar e intervenir para ir construyendo modelos parciales sobre cómo funcionan las cosas.
Desde el punto de vista filosófico, la ciencia siempre se topa con problemas que no puede resolver. Desde el punto de vista práctico, uno va -en ese camino de desconocimiento fundamental- resolviendo problemas prácticos que hacen que nuestra habitabilidad en la tierra vaya progresivamente mejorando.

¿La meditación y el yoga traen beneficios a nuestro cerebro? (Nidia Guzmán, Lima Perú)

Yo plantearía que, en todo caso, nos traería beneficios a nosotros, a nuestra salud. No es una corrección caprichosa: uno tiene que definir qué es un beneficio para ver luego si la meditación ayuda o no.
Hay un montón de estudios que muestran que la meditación tiene un efecto en muchas variables cognitivas e incluso en variables fisiológicas, como la presión arterial, la cantidad de cortisol. Es decir, cosas que tienen que ver con el estrés fisiológico y no medido desde una perspectiva subjetiva.
Clase de meditaciónDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionLos beneficios del yoga y la meditación dependen de cuál, para qué, para quién y qué cantidad.
Pero en estos dominios hay que ser un poco cuidadosos porque estas cosas son muy variables: dependen de qué, para quién, qué cantidad…
La respuesta corta es que sí. En general, un resumen de los estudios que plantean esto, muestra que el yoga tiene un efecto en la capacidad de concentración y relajación de las personas.
Pero no es una receta mágica: uno, se requiere una cantidad sustancial de esfuerzo, dos, depende de qué tipo y tres, depende de para qué persona.
Y eso es cierto para casi todo, hay que tomar en cuenta, cuánto, en qué medida, para quién… Lo decía (el físico) Paracelso: la diferencia entre una droga y un veneno es la dosis.

¿Es verdad que los niños aprenden idiomas con más facilidad que los adultos? (Raisa Gimeranez, Miami, EE.UU.)

No, no es verdad. Es un mito. Lo que es más fácil de niño es la pronunciación de ciertos sonidos.
Exceptuando eso, la mayor diferencia en la capacidad de aprendizaje entre un adulto y un niño es la motivación y la necesidad.
Un niño tiene que aprender porque si no queda incomunicado, y eso es una presión vital muy fuerte se transfiere en mucha motivación que se transfiere en mucho esfuerzo, que se transfiere en mucho tiempo, que se transfiere en mucho aprendizaje.
Uno puede aprender con la misma capacidad de un niño si uno le dedica la misma cantidad de motivación, tiempo y esfuerzo"
Mariano Sigman, neurocientífico
Los adultos tienen en general ganas de aprender un idioma, pero eso es una especie de deseo intelectual, y mientras tanto tienen las urgencias, las pulsiones y las motivaciones que están en otro lado, porque tiene que llegar a fin de mes, cuidar a sus niños… y eso es lo que genera la mayor diferencia en la capacidad de aprendizaje.
No es la plasticidad del cerebro, sino que es la capacidad de disponer de tiempo, la motivación y necesidad que uno genera en ese aprendizaje.
Hay una diferencia más y es que los adultos y los niños aprenden de una manera muy distinta.
Los niños aprenden la primera lengua escuchándola (primero de hecho escuchan su música, la tonalidad, los acentos). En cambio uno de adulto aprende de una manera muy racional: quiere aprender las palabras.
Y esta idea de la motivación, el tiempo y el esfuerzo se aplica para todo lo que queremos aprender. Esencialmente, uno puede aprender con la misma capacidad de un niño (un instrumento, un deporte, a leer) si uno le dedica la misma cantidad de motivación, tiempo y esfuerzo.

¿Por qué la mente tiende a imaginar que hay vida después de la muerte? (Plutarco Echegoyen, El Salvador)

El pensamiento mágico es muy constitutivo del ser humano. La forma en que funciona el pensamiento humano es que estamos todo el tiempo construyendo teorías sobre cómo funciona todo.
Cuando uno ve un partido de fútbol, por ejemplo, piensa qué no funciona y dice: "Esto es porque el jugador no está aquí sino ahí".
Mariano SigmanDerechos de autor de la imagenCORTESÍA: MARIANO SIGMAN
Image caption"La forma en que funciona el pensamiento humano es que estamos todo el tiempo construyendo teorías sobre cómo funciona todo", explica Sigman.
Y hay ciertas cosas que son muy difíciles de entender como la vida, la muerte o ciertas causalidades. Nosotros le asignamos explicaciones a eso, tratamos de explicar todo incluso lo inexplicable.
Eso es parte de la razón por la cual generamos todo este tipo de pensamientos mágicos.
Pero también, el comportamiento humano tiene que ver con encontrar un estado en el que nos sentimos bien. Somos de alguna manera "una máquina que busca el placer".
Y el ser humano es un ser muy social que necesita crear una trama muy sofisticada que le dé un sentido de pertenencia a algo mucho más grande que nosotros mismos.
CerebroDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionNo es la falta de plasticidad en el cerebro lo que le impide a un adulto aprender algo nuevo con la misma facilidad de un niño, sino el hecho de que no tiene la misma motivación, ni puede a veces hacer el mismo esfuerzo.
Eso nos hace tender a buscar grupos de todo tipo (de fútbol, religión o político). Esto nos da una suerte de identidad y un confort de algo que nos trasciende.
La muerte es la exacerbación máxima de todo ese proceso. Uno termina pero siente de alguna manera que algo de lo que ocurrió durante el paso de cada uno en el mundo deja cierta trascendencia.
Entonces ahí empezamos a construir un montón de teorías, ideas y explicaciones de todo tipo que involucran desde pensar que nos reencarnamos en otros seres hasta pensar que nos vamos a un cielo donde nos encontraremos.
Son todas ideas distintas que han generado distintas sociedades, que tienen que ver con tratar de entender algo que es muy doloroso y muy difícil de explicar o entender.

¿Es cierto que con el poder de la mente una persona puede curarse? (María Santana, Miami, EE.UU.)

La respuesta es sí, pero es una pregunta complicada. El poder de la mente es el poder del cerebro para regular estados corporales.
Sabemos por ejemplo que hay una relación entre el sistema nervioso y el sistema inmunológico. Una persona deprimida tiene el sistema inmunológico menos activo y por tanto es más propensa a enfermarse.
La buena salud mental ayuda a la salud corporal.
Pero lo que hay que entender es que no basta la voluntad: no quiere decir que si yo tengo un cáncer pero todo el deseo de vivir con eso me alcanza, porque el cerebro no tiene la capacidad de regular y atacar específicamente (un tumor).
Es similar al deporte: la buena salud mental ayuda por ejemplo a un deportista a jugar mejor, pero no alcanza con desearlo para que eso suceda, sino que uno tiene que saber qué hacer con su propia cabeza para llegar a un estado de máximo rendimiento.
El cerebro regula el sistema inmune, la presión arterial, el funcionamiento del sistema cardíaco, pero no de forma voluntaria"
Mariano Sigman, neurocientífico
Y eso requiere mucho entrenamiento: un deportista se entrena para saber cómo trabajar su cabeza para funcionar mejor. Lo mismo sucede con la salud, pero para eso no nos entrena nadie.
Pero otra cosa que hay que entender es que esto no es un milagro mágico. El cerebro regula el sistema inmune, la presión arterial, el funcionamiento del sistema cardíaco, pero no de forma voluntaria.
Y algo que es fundamental es que no es algo que funciona per sé sin un tratamiento médico.
La mejor manera de cuidarnos, de lejos, estadísticamente, es seguir los mejores protocolos médicos que tenemos.

¿Es posible saber qué es la inspiración? ¿Existe algún mecanismo en nuestro cerebro que nos lleve a estas ideas artísticas en determinadas circunstancias? (Carlo Monjaraz, Querétaro, México)

Es complejo, pero yo diría que hay tres cosas. Primero hay mucho consenso en que no existe inspiración o creación per sé.
La inspiración necesita recursos. Por ejemplo, los deportistas saben que cuando están más cansados baja la inspiración y el talento. O sea que el talento vive en un nicho de buenas condiciones para crearlo.
En el caso cognitivo es tener buenos recursos. A un músico no le alcanza con practicar o tener nociones claras de la armonía. No alcanza pero es necesario.
Es muy difícil tener inspiración si uno no tiene todos esos recursos para componer.
Receta para inspirarse: primero trabajo, generar estructura y recursos. Y cuando todo eso está maduro, hay que generar momentos donde uno se aleja y piensa en otra cosa"
Mariano Sigman, neurocientífico
Lo segundo es que hay muchos estudios que muestran que cada tanto, para encontrar inspiración hace falta desconcentrarse.
Hay que trabajar concentrado y con esfuerzo, pero cada tanto hay que salir de esto, jugando, pensando en otra cosa y esto puede hacer que aparezcan algunas relaciones que si no, no habrían aparecido.
Y lo tercero es que a veces los sueños -que son un espacio de pensamiento más desordenado- muchas veces son una usina del proceso creativo.
En resumen, la receta es primero orden, trabajo, generar estructura y recursos. Y cuando todo eso está maduro y elaborado, hay que generar momentos donde uno se aleja y piensa en cualquier cosa.
En combinación de cosas suele ser muchas veces fértil para la creatividad.
Tomado de: https://www.bbc.com/mundo/noticias-41348739